sábado, 14 de mayo de 2011

Tranquilizantes.

Se consumen generalmente por prescripción médica con el objeto de reducir la ansiedad y angustia en algunos pacientes, para el tratamiento de tensión y para inducir el sueño. Se administran vía oral en pastillas y cápsulas, y ocasionalmente inyectados. Se les conoce como pingas, pastas o chochos.

Los sedantes son altamente adictivos, por lo que se recurre al tráfico en el mercado negro. Los nombres más comerciales que existen son Valium, Lexotan, Ativan, Royphnol, entre otros.

Los síntomas físicos más comunes son la incoherencia o torpeza en el lenguaje, la falta de coordinación, marcha inestable y resequedad en la boca.

Los cambios conductuales se presentan en la desinhibición de los impulsos sexuales o agresivos, en cambios bruscos en el estado de ánimo, deterioro en el proceso de pensamiento, atención y memoria, y cambios en actitudes escolares y sociales.

Se cree que el tomar tranquilizantes no es dañino puesto que el médico los prescribe y que por lo tanto tomar una pastilla más no afecta. Muchas personas le atribuyen falsas virtudes pensando que desde que los toma su vida ha cambiado. Sin embargo, la experiencia nos dice que un alto porcentaje de médicos no conoce el problema de la adicción a los sedantes. Sabemos también que se vive una vida falsa en períodos cortos de relativo bienestar y que la tolerancia al consumo de sedantes es cada vez mayor y que para lograr el efecto inicial la dosis debe ir en aumento.

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